martes, 7 de julio de 2015

El Emperador de Etiopía en México

Su Majestad el Emperador de Etiopía en México
Por Isidro Fabela

El Siglo de Torreón - 28 de junio de 1954
A principios de 1937, el señor Presidente de la República, Gral. Lázaro Cárdenas, me nombró Representante de México ante la Sociedad de las Naciones.

Poco antes de partir a mi destino fui recibido en Palacio por el señor Presidente Cárdenas a quien yo no había tenido el gusto de conocer personalmente, expresándole mi gratitud por la valiosa designación que había discernido a mi persona.

El Presidente, que me hiciera una fuerte impresión como hombre de Estado, me manifestó que sus instrucciones para mi, como Representante del Gobierno en la Liga de las Naciones, eran, en términos generales, las de acatar en todas sus partes el Pacto de la Liga, ya que nuestro país no había tenido ni tenía en esos momentos otra mira que la de cumplir sus deberes internacionales.

Pero, me dijo de manera precisa el Gral. Cárdenas: "Yo le recomiendo a usted, de manera especial, la defensa de los Estados agredidos"; haciendo hincapié en que a la situación de la España Republicana le diera yo toda mi atención, así como el caso de Etiopía, que había merecido de su parte la más viva simpatía, por haber sido víctima de la agresión del fascismo italiano.

Munido de tales instrucciones específicas, llegué a principios del año a Ginebra cuando la SDN estaba en receso.

La primera Asamblea de la Liga a la que asistí, fue la extraordinaria que tenía por objeto, exclusivamente, recibir a la Delegación egipcia, pues Egipto acababa de ser admitido como Estado Miembro de dicho Organismo.

Antes de la celebración de la Asamblea, habían circulado en Ginebra rumores que causaron vivo interés en el público. Se decía que el Emperador Etíope asistiría personalmente a la Asamblea; que Abisinia sería expulsada de la SDN, en virtud de no existir ya ese Estado como soberano e independiente, estando dispuestos los representantes de los gobiernos amigos de los nazi-fascistas a intervenir en forma enérgica para que no se siguiera conservando el mito del Estado Miembro de Etiopía que de hecho había desaparecido, absorbiéndolo el conquistador como parte del nuevo Imperio Italiano.

En vistas de tales rumores y estando resulto a intervenir contra cualquier maniobra opuesta a los intereses etíopes, hice una visita especial al Presidente de la AsambleaDr. Quevedo, ecuatoriano, suplicándole me informara sobre la veracidad de aquellas versiones de prensa que corrían en Ginebra.

El Dr. Quevedo me aseguró que hasta ese momento, víspera de la Asamblea, la Agenda de ella no tenía más punto que tratar que el de la recepción de los Delegados egipcios; pero que me ofrecía ponerme al tanto de las novedades que se presentaran.

El día 26 de mayo, me encontraba en las puertas del salón de reunión internacional, cuando se presentó el Presidenteseñor Quevedo, quien al verme me dijo, de pasada, esta sola frase: "Esté usted pendiente, mi estimado colega; algo se trama contra Etiopía." "-Mil gracias, Dr. Quevedo, le dije con efusión, y me fui a mi asiento en compañía de los miembros de mi Delegación, el Lic. Agustín Leñero y D. Manuel Tello.


Recepción de los delegados egipcios
en la Sociedad de las Naciones
Inmediatamente después que el Presidente de la Asamblea abrió la sesión, pidió la palabra el Representante PolacoSr. Komarniski que se encontraba distante de nosotros. Invitado por el Presidente a pasar a la tribuna se negó a ello diciendo que era muy breve lo que iba a manifestar. Entonces en voz muy baja, que apenas escuché, comenzó a hablar, dándome cuenta de que sus intenciones eran precisamente de que no se oyera. Me apresuré a acercarme al Delegado Komarnisky, quedando a su vera. Sólo así pude comprender que no hacía propuesta alguna, sino que con mañosa habilidad, quería sólo dejar constancia de que el Estado MiembroEtiopía, había dejado de existir. Esto con el objeto de que la Asamblea asintiera con su silencio, dejándose así constancia de la desaparición del Imperio Abisinio.

En voz bastante alta pedí entonces la palabra al Presidente Quevedo para intervenir en la forma siguiente:

"Acabo de escuchar la declaración hecha por el honorable Representante de Polonia, con la mayor atención. Si lo he entendido correctamente, no ha hecho ninguna proposición concreta. Sin embargo como parece dar a entender que el Estado Etíope ha dejado de existir y el silencio de México podría interpretarse en el sentido de dar su conformidad a esa declaración, en nombre de mi país declaro de la manera más enérgica que protesto contra toda maniobra tendiente a expulsar del seno de la Sociedad de las Naciones a ningún miembro de ella."

Sólo entonces la Asamblea se dio cuenta de las insidiosas intenciones del Delegado de Polonia.

El primero en felicitarme fue el notable tribuno Paul Boncour que presidía la Delegación de Francia; en seguida el famoso diplomático chino Wellington Koo, continuando otros colegas con sus parabienes.

El Delegado Polaco Komarniski, al final de la sesión, se me acercó diciéndome: "Estimado colega, usted cumplió con su deber; yo cumplí con el mío".

Así era en efecto. Sólo que el deber de México era noble y justiciero y el de Polonia, arbitrario e injusto, contra una nación que había sido pisoteada por las ambiciones desmedidas del Duce Mussolini, que más tarde pagó bien caro su megalomanía de extensión territorial.



Portada El Siglo de Torreón
28 de junio de 1954
Al día siguiente de aquella memorable sesión, el muy ilustre profesor inglés Gilbert Murray, me dirigió un telegrama expresándome que, en nombre de tres millones de miembros de la Sociedad Pro-Etiopía de Londres, me agradecía la actitud de mi país felicitándome por mi intervención, y el propio EmperadorHaile Selassie I, me envió un mensaje de agradecimiento para que lo hiciera yo extensivo al señor Presiente de la RepúblicaSr. Gral. D. Lázaro Cárdenas por nuestra defensa en favor de su patria y su gobierno.

Pocos días después recibí el retrato de Su Majestad con una amplia dedicatoria, y poco más tarde la más alta condecoración otorgada por el descendiente del Rey Salomón, la Cruz del León de Judá, que conservo como preciado galardón de mi vida diplomática.


El matrimonio Fabela recibe en su casa
del Risco al Emperador de Etiopía
Estas recordaciones históricas han culminado con la visita del Rey de Reyes a México, que no ha tenido otra finalidad que la muy noble de venir personalmente con su familia y séquito imperial, a presentar su reconocimiento al Gobierno actual de México, así como al pueblo mexicano que tan cordiales muestras de simpatía ha dado a sus ilustres visitantes; pero uno de los honores más eminentes que he recibido en mi existencia, fue el de tener en mi casa hogareña la augusta visita de Su Majestad Imperial Haile Selassie I, de Su Alteza el Príncipe Sahble Selassie y de la Princesa Seble Desta, y de sus ilustres servidores.

No todos los Jefes de Estado saben estimar los gestos que en defensa y en honor de su nación se hacen en el extranjero con el mayor desinterés por el amor a la libertad y a la justicia internacional, y por eso, cuando el más eminente Jerarca de una de las civilizaciones más antiguas de la Historia, se llega a nuestras costas para acercar su corazón al alma del pueblo mexicano, sentimos por el Soberano egregio, el más sincero respeto y una simpatía de confraternidad hacia el pueblo ahora libre y progresista que él representa con tanta dignidad.


Publicado en el periódico diario El Siglo, Torreón, 28 de junio de 1954