domingo, 1 de marzo de 2015

La batalla de Adua

La batalla de Adua
1 de marzo de 1896

Los etíopes les cercaron por completo y avanzando ocultos entre las hierbas se acercaron tanto a los italianos, que éstos se vieron obligados a luchar cuerpo a cuerpo, sin poder utilizar sus cañones.

Fue la batalla culminante de la primera guerra ítalo-abisínia que aseguró la soberanía etíope.

Al acercarse el siglo XX África se encontraba colonizada por las potencias europeas, con la única excepción del Imperio de Etiopía.

El Reino de Italia era un recién llegado a la rebatiña colonial de África. Tenía dos territorios africanos recientemente obtenidos: Eritrea y Somalía. Ambos con frontera con Etiopía.


Italia trató de mejorar su posición en África con la conquista de Etiopía, para unirla con sus dos territorios en el Cuerno de África.

El general Oresto Baratieri, comandante de las tropas italianas en Eritrea, se dirigió contra los abisinios.
El 30 de diciembre de 1894 sus tropas, en número de 3.500 hombres, atravesaron el río Mareb y en cuatro encuentros sucesivos - en Koalit, Senafe, Debra Ailat y Axum - hicieron retroceder a 12.000 hombres del ras Mangacha.

El 19 de enero de 1895, Barratieri, contando ya con 20.000 hombres ocupó Adua, el 25 de mayo, Adigrat, Makalé y Antalo, y, por último, el 10 de octubre, Amba Alaghi.


Emperador Menelik II
A finales de 1895 el ejercito italiano se encontraba bien adentrado en lo profundo del territorio etíope.

Menelik II, desde lo alto de sus montañas, les acechaba impasible, dejándoles internar cada vez más en su territorio. Solamente permitía que sus rases se divirtiesen en pequeñas escaramuzas.
Pero esto no significaba una indiferencia por parte suya, sino una astucia, en espera del resultado del llamamiento que había hecho a toda Abisinia. Doscientos mil guerreros acudieron llenos de entusiasmo bélico, a concentrarse en el campo de Berumeda.

El 7 de diciembre de 1895, Ras Makonnen, Ras Welle Betul y Ras Mengesha Yohannes, con un gran grupo de la vanguardia de cuarenta mil guerreros de Shoa comandados por Menelik, aniquilaron una unidad italiana del comandante Toselli en la batalla de Amba AlagiLos etíopes les cercaron por completo y avanzando ocultos entre las hierbas se acercaron tanto a los italianos, que éstos se vieron obligados a luchar cuerpo a cuerpo, sin poder utilizar sus cañones. El encuentro sorprendió tanto a los italianos, que de 2.800 soldados y 130 oficiales sólo se salvaron 300.

Los italianos fueron entonces obligados a retirarse a posiciones más defendibles en Tigray, donde los dos ejércitos principales quedaron enfrentados.

El ejército italiano estaba compuesto por cuatro brigadas de un total de 27.000 soldados, con cincuenta y seis piezas de artillería. Varios de estos soldados se necesitaban para apoyar y proteger las líneas de comunicación y abastecimiento en la retaguardia.

Una brigada al mando del general Matteo Albertone estaba compuesta de askaris eritreos dirigidos por oficiales italianos. Las tres brigadas restantes eran unidades italianas bajo el mando de los generales Vittorio Dabormida, Giuseppe Ellena y Giuseppe Arimondi; éstos incluyen las unidades de élite Bersaglieri y Alpini.

Las fuerzas etíopes bajo el mando de Menelik se dividieron entre el emperador Menelik, la emperatriz Taytu Betul, el Ras Wale Betul, el Ras Mengesha Atikem, el Ras Mengesha Yohannes, el Ras Alula Engida, el Ras Mikael de Wollo, el Ras Makonnen Wolde Mikael, el Fitawrari Gebeyyehu y el Negus Tekle Haymanot Tessemma.

Además, el ejército etíope fue acompañado por un número similar de campesinos que tradicionalmente suministran víveres al ejército, como se ha hecho durante siglos. La mayor parte del ejército se componía de fusileros, un porcentaje significativo de los cuales estaban en la reserva de Menelik. Sin embargo, también hubo un número significativo de caballería e infantería sólo armados con lanzas.



En la noche del 29 de febrero y la madrugada del 1 de marzo tres brigadas italianas avanzaron por separado hacia Adua por estrechas sendas de montaña, mientras que una cuarta permanecía acampada.

El plan de batalla italiano consistía en el despliegue de tres columnas que marcharían en formación paralela hasta las crestas de tres montañas - Dabormida al mando a la derecha, Albertone a la izquierda, y Arimondi en el centro - con una reserva bajo las ordenes de Ellena siguiente a Arimondi.

La brigada de Albertone fue marcando el ritmo a las demás. Su objetivo era posicionarse en la cumbre conocida como Kidane Mehret, lo que daría a los italianos una posición ventajosa en terreno elevado para enfrentar con los etíopes.

Sin embargo, las tres brigadas italianas se apartaron demasiado en su marcha durante la noche y en la madrugada se encontraron separados por varios kilómetros de terreno muy difícil. Sus incompletos mapas hicieron que Albertone confunda una montaña por Kidane Meret, y al advertir el error, Albertone ya se encontraba avanzando directamente a la posición de Ras Alula.

El emperador se había levantado temprano para comenzar las oraciones por la guía divina cuando los vigías de Ras Alula, uno de sus principales asesores militares, le llevó la noticia de que los italianos estaban avanzando.

Menelik convocó a los ejércitos de sus nobles y con la emperatriz Taytu su lado, ordenó a sus fuerzas avanzar. El Negus Tekle Haymanot mandó el ala derecha, el Ras Alula la izquierda, y los Rasses Makonnen y Mengesha el centro, con el Ras Mikael a la cabeza de la caballería de Oromo; el emperador y la emperatriz se quedaron con las fuerzas de reserva.

Los soldados etíopes se posicionaron en las colinas que dominan el valle de Adua, en la posición perfecta para recibir a los italianos, que quedarían vulnerables y expuestos  al fuego cruzado.

La brigada Askari de Albertone fue la primera en encontrarse con la embestida de los etíopes a las 6:00, cerca de Kidane Meret, donde los etíopes habían logrado establecer su artillería de montaña.

Con gran inferioridad numérica los askaris de Albertone mantuvieron su posición durante dos horas, hasta que Albertone fue capturado, y bajo la presión de los etíopes, los sobrevivientes se refugiaron con la brigada de Arimondi.

Durante tres horas la brigada de Arimondi se defendió de los etíopes que repetidamente cargaban sobre la posición italiana con una fuerza que poco a poco iba menguando hasta Menelik lanzó su fuerza de reserva de cuarenta mil soldados de Shoa sobrepasando a las defensas italianas. Dos compañías de Bersaglieri, que llegaron a tiempo para ayudar en el combate, también fueron aniquiladas.

La brigada italiana de Dabormida se había trasladado para apoyar a Albertone fue incapaz de llegar a tiempo, y aislados del resto del ejército italiano, Dabormida comenzó a luchar en retirada hacia posiciones más amigables. Sin embargo, ordenó la marcha por un estrecho valle donde la caballería de Oromo, bajo el comando de Ras Mikael, masacraría su brigada al grito de Ebalgume! Ebalgume! ("Cosechad! Cosechad!").

Las dos brigadas restantes bajo el mando de Baratieri fueron flanqueadas y destruidas en las laderas del Monte BelaMenelik observó como fuerzas de Gojjam, bajo el mando de Tekle Haymonot, hicieron un trabajo rápido con la última brigada italiana que quedaba intacta.

Al mediodía, los sobrevivientes del ejército italiano estaban en plena retirada y la batalla había terminado.


Emperatriz Taytu Betul
Los tres cuerpos al mando de los generales Dabormida, Arimandi y Albertone y, además, las reservas del general Ellena, fueron aniquilados. Las pérdidas se calculan entre 15.000 hombres entre muertos y heridos; 7.000 que se rindieron y unos 5.000 que huyeron por las selvas y montañas.

Dabormida y Arimandi, junto con un puñado de hombres, lucharon hasta perder la vida en el campo de batalla. Cañones, fusiles, municiones, en fin, todo el campamento cayó en poder de los abisinios. Baratieri con lo que pudo salvar volvió a Asmara, donde fue inmediatamente substituido, ocupando su puesto el general Baldisera.

El cuerpo del brigadier general Dabormida nunca fue encontrado, aunque su hermano supo, por una anciana que vivía en el área, que le había dado agua a un oficial italiano herido de muerte "un jefe, un gran hombre con gafas y un reloj... y estrellas de oro".


Fuente consultada: Alexis Marcoff, "Los 7.000 años de Etiopía", Casa Editorial Araluce, Barcelona, 1936
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