martes, 9 de diciembre de 2014

Coronación del Emperador y Rey de Reyes de Abisinia

Fue coronado el Emperador y Rey de Reyes Abisinio

Impúsole la corona el arzobispo de Addis Abeba, con pompa solemne. La ceremonia tuvo un esplendor extraordinario, de acuerdo con los tradicionales ritos de Abisinia.

3 de noviembre de 1930
Addis Abeba, 2 (H).- Revistió gran solemnidad la ceremonia de coronación de Ras Tafari, como emperador de Abisinia, acto que se realizó a las 7.30, en presencia de los representantes de las potencias extranjeras, de las altas autoridades locales y de una enorme muchedumbre.

La coronación

Addis Abeba, 2 (AP)- El arzobispo, al imponer al ras Tafari la corona, le dijo: “Os obligo a impartir justicia, proteger la iglesia cristiana ortodoxa, defender a las viudas y huérfanos, restaurar lo que esté en ruinas, castigar al culpable y socorrer al justo. Durante toda vuestra vida serviréis a Nuestro Señor Jesucristo y haciéndolo así reinarás con él en la vida futura y eterna”.
-“Lo mereceré?” respondió modestamente el emperador, comenzando entonces el coro cóptico a entonar el 45º Salmo de David.

Esta parte de la ceremonia fue la más impresionante y majestuosa. Durante las siete horas de servicios religiosos, se manifestó claramente que tanto el clero como el Rey deseaban asegurar la continuación de la tradición de David y Salomón. Si bien los abisinios entraron a formar parte de la cristiandad en el siglo IV, no hubo en estas ceremonias reminiscencias de los ritos griegos o romanos, sino más bien de los orígenes semíticos y alejandrinos de Bizancio.

Dio belleza y esplendor a la ceremonia el uso constante de la fraseología profética de las Escrituras Hebreas; el acto tuvo todo el color y movimiento de la Corte de Samarcanda. Mientras el emperador escuchaba las admoniciones basadas en la sabiduría y la prudencia de sus ilustres predecesores bíblicos, era evidente que sentía el peso de la tarea a él impuesta. Su aspecto sombrío se iluminó a menudo de luz espiritual, pareciendo entonces transfigurado.

El emperador y la emperatriz salieron de la iglesia de San Jorge, donde pasaron la noche en plegaria y meditación, y entraron en un pabellón especialmente edificado para la coronación. Se sentaron en los tronos tapizados de rojo y azul. El emperador daba señales de cansancio después de su noche de vigilia, y la emperatriz tuvo que ser ayudada para llegar hasta el trono.

La ceremonia se realizó en presencia de los delegados extranjeros y de los más altos dignatarios de la iglesia y del estado de Abisinia, del arzobispo y de los obispos con sus brillantes estolas y mitras. A distancia podía oírse el sonido del sistro, el batir de los címbalos y los pasos de los clérigos sobre el pavimento, mezclado con las voces de los eclesiásticos que ejecutaban sus cánticos tradicionales. Luego el arzobispo procedió a la coronación del emperador.


Artículo publicado en el periódico diario La Nación, Buenos Aires, 3 de noviembre de 1930.
Gentileza de la oficina del EABIC en Argentina.